
El sistema patriarcal ha utilizado - y utiliza - muchas veces la violencia para abordar relaciones con las mujeres. Y no sólo la violencia física, sino también la psicológica, a través de la desvalorización y el sometimiento. Y lo ha hecho - y lo sigue haciendo - a través de la educación de siglos.
Los hombres no se considerarían con derecho a maltratar a sus compañeras si la sociedad no les hubiera convencido de que éstas son una cosa de su propiedad, seres claramente inferiores. Y las mujeres no se dejarían maltratar si no hubieran sido socializadas para ser seres dependientes: esposas (medias naranjas), madres (sólo madres) y amas de casa (al servicio de los suyos).
Doblemente dependientes: emocional y económicamente. Hoy día vemos incipientes cambios en éste sistema relacional, si bien, muchas veces disfrazado, la actitud del hombre resulta algo subestimativa respecto a su cónyuge. Habría mil ejemplos cotidianos (y sutiles) que muestran ésta actitud, si bien muchas veces ésto queda tamizado por la modernidad.